El señor no identifica a la señorita como un contenedor sanitario porque no se parece a un retrete ni por casualidad, y así todo se complica porque él se parece a Hitler pero quiere tocarla y le viene en taxi una erección, y a tal guisa no podrá mear ni a la de tres. Una diatriba dura, pero al final todo acaba más o menos y encuentra una bacinilla en la que Hitler hizo aguas mayores ante los aplausos de Eva Braun, que tenía obsesión por ser pequeño electrodoméstico.
Una obra maestra porque es escatológica y que además refleja muy bien las diatribas de los imitadores de famosos en acción cuando quieren hacer pipí.